De vez en cuando la tranquila vida de un pueblo se ve terriblemente sacudida por acontecimientos que el destino ofrece sin haberlos pedido nadie. Dos son los sucesos que han consternado a la población de Millares. Uno, ocurrido en 1933 durante la construcción de la primera central que instaló Hidroeléctrica Española en Millares, y en el que se produjo el fallecimiento de 10 personas como consecuencia de un desprendimiento de rocas. El otro, y del que ahora se cumplen 25 años, fue el trágico incendio del mes de julio de 1994.

Aquel fatídico inicio de dicho mes se caracterizó por unas extraordinarias temperaturas máximas que se mantuvieron durante varias jornadas (antes y después del fuego) y que contribuyeron, sobremanera, a la rápida propagación de las llamas.

Una vez se dio la alerta por incendio se desplazó a sus inmediaciones la brigada de Millares a bordo del camión autobomba, sumándose posteriormente un concejal del Ayuntamiento, un voluntario y el agente medioambiental. En un determinado momento, y sin mediar cualquier previsión, se produjo un repentino y violento cambio en la dirección del viento que condujo el fuego, ladera arriba y a una endiablada velocidad, hasta la posición que ocupaban los medios de extinción. Debido a la velocidad con que se propagaban las llamas no hubo tiempo a situarse en una posición más segura al equipo de personas allí desplegadas.

El resultado: seis fallecidos por asfixia, tres heridos y dos vehículos totalmente calcinados. Días después falleció en el hospital ‘La Fe’ de Valencia un séptimo integrante del equipo de extinción.

Desde aquellas fechas, y a pesar del tiempo transcurrido, detrás de cada una de las casas del pueblo de Millares se esconde un dolor más o menos rotundo, que afecta más o menos directamente a cada uno de sus moradores. Cada 100 metros hay un hermano, un primo, un cuñado, un amigo íntimo, una esposa, una madre, un hijo, un padre de alguno de estos  siete paisanos a quienes el fuego arrebató el aliento cuando intentaron luchar contra él. La tragedia dejó ascuas que, según todos los vecinos, no se apagarán jamás.

Sirvan, pues, estas líneas para dar testimonio del emotivo recuerdo hacia estas víctimas que todavía perdura en la memoria de los habitantes de Millares, ahora que se cumple el 25 aniversario de tan dolorosas jornadas.

 

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